Tuesday, September 20, 2005

Capitulo 4

Capitulo 4

Decidí volver a casa, al fin y al cabo no tenía nada que hacer y todavía era un poco pronto para comer. De camino podía pasar por el súper y comprar algo de comida, luego subiría a casa y vería la tele hasta que me entrara hambre, ¡todo un plan!

Entré en el supermercado, era un sitio realmente deprimente. ¿Quién fue el imbécil que decidió poner fluorescentes en las grandes superficies? Me paseé durante un rato por los pasillos sin tener muy claro qué me apetecía comer. Para un tipo como yo, estar en un supermercado con cuatrocientos euros en el bolsillo es una putada, cuando llevas cinco o diez euros es fácil, sabes que cualquier mierda está bien, pero con 400… no sé que coño coger, la decisión se hace más difícil. Entonces llegó la inspiración, con todo el día por delante me podía hacer una buena comida, de primero unos macarrones con bechamel de espinacas y de segundo la carne más cara del súper.

Cogí pasta, espinacas, harina y leche. Luego, cuando iba directo a la carnicería, de pronto veo que aquella señora tan desagradable de la oficina de correos entraba en el supermercado, ella no me vio y yo me escondí sutilmente detrás del estante de los envasados. Vi como entraba y se iba directa al estante de las oferta. Me fijé en lo que había delante de mí, en el estante de envasados: atún, caballa, calamares en su tinta, a la americana, mejillones, caviar,… caviar era perfecto. Me fijé en el precio, 7 euros.

Seguí observando a la vieja durante unos cinco minutos. Me fijé en que cuando pesaba la fruta para secar el ticket la levantaba o le quitaba una pieza. Después vi como hablaba con otra vieja, estaba lo suficientemente cerca como para oír que hablaban de una vecina que al parecer traía a muchas mujeres a su casa. La señora en cuestión decía que era lesbiana y que habría que echarla del edificio como fuera, la otra le decía que a la del segundo también, por puta. Entonces ya no pude más, esperé a que terminaran de hablar unos diez minutos, no podría decir la cantidad de barbaridades que tuve que oír, entre otras me dedico unos cinco minutos a mí. Por supuesto la historia fue debidamente adornada con agresión física y todo.

Cuando se quedo sola me acerqué. Nada más verme no me reconoció y se asustó un poco cuando le hablé.

- Muy buenas- le dije- quería disculparme por mi desagradable actitud en la oficina de correos.

Entonces su cara de sorpresa se tornó en autentico odio visceral.

-Mire usted, no le pienso aceptar ningunas disculpas por nada- cogió aire e inspiración – no me extraña que salgan todos maricones con esa educación que le dan.

La verdad es que me esperaba esa reacción.

- Muy bien, allá usted, ¿Qué quiere que le diga señora?

- Nada más a ser posible.

Entonces se dio la vuelta en redondo. Momento que aproveché para meterle la lata caviar en el bolso.

La estuve mirando un buen rato, esperando el momento perfecto. Entonces volvió a aparecer la señora de antes, y mientras aprovechaba para contarle que se había tropezado conmigo, yo me acerqué al tipo de seguridad, que tenían aspecto de que no haber podido terminar ni parvulitos, y le dije:

- He visto a esa señora meter algo en su bolso. Solo quería decírselo por que me he fijado que no se ha dado cuenta y si quiere que le diga la verdad, la forma en que lo ha hecho me ha parecido ofensiva incluso a mí.

El tipo me miró con cara de “este tío está colgado”.

-¿Está seguro? Mire que si no es verdad le meto un paquete-como si pudiera hacerlo, puto segurata.

- Créame. Lo he visto con mis propios ojos.

El tipo ni siquiera me miró a la cara, se dirigió enseguida a la vieja que seguía con su amiga.

- Señora ¿le importaría dejarme ver su bolso?

La vieja se quedo pálida. Luego se puso roja y le dijo:

- Por supuesto que no se lo dejo ver- miró a su amiga asintiendo con cara de digna y en busca de cómplice. La amiga solo miró al suelo.

- Señora, tengo la firme sospecha de que usted lleva algo en el bolso que no piensa pagar.

- Me está llamando ladrona. Creo que va a tener problemas ¡usted no sabe quién soy yo!

- Créame señora tampoco me importa mucho. ¿Me enseña su bolso por favor?

La vieja lo abre y se lo enseña sin ni siquiera mirarlo. El tipo mira, mete la mano y saca la lata de caviar. La vieja se queda blanca.

-¿Me acompaña un momento señora?- le dice el segurata.

La vieja intentaba resistirse, lo que solo hacía aquel espectáculo mucho mas bochornoso. El guardia de seguridad la cogió del brazo y ella intento zafarse pegándole con el bolso. Todo lo que tenía dentro cayó por el suelo. El guardia de seguridad pisó un pintalabios y resbaló llevándose a la vieja con él directamente al suelo. Ella le pidió ayuda a su amiga, quien sin dejar de mirar al suelo se alejó discretamente por detrás del estante de la pasta.
Sin duda ese era el momento de aparecer en escena para ofrecer mi ayuda sin rencores, sin duda la guinda del pastel de la humillación. Como me esperaba, nada más verme la señora gritó.

- Largo de aquí, marica.

Fin de la compasión, no pude evitar echar una carcajada. Fue una venganza deliciosa y perfecta para darle un poco de vida a aquel día y conversación a sus vecinas. Tenía que celebrarlo yéndome a comer por ahí.

Pero antes necesitaba compañía. Seguía sin saber nada de Cesar…

1 comment:

Anonymous said...

Jajajaja...La venganza sabe a huevos de esturión. Me has alegrado la plomiza y gris tarde de jueves en el curro