Tuesday, October 11, 2005

capitulo 7

Capitulo 7


Aquella vez nos encontramos con el camello en un bar bastante pasado y hortera que había cerca de mi casa. El sitio había tenido cierto éxito en los ochenta, dicen que el equipo de fútbol local se reunía allí para montar bacanales con putas y drogas. Hasta que descubrieron que dueño del garito era fanático del equipo rival, y que cada vez que iban a una fiesta en el bar perdían el siguiente partido. De hecho, no ganaron ni un derbi en los seis años que estuvieron yendo a ese bar.

El tipo en cuestión se llamaba Julián. Era el sobrino del dueño, este era una especie de mafiosillo local al que le interesaba bastante más la especulación inmobiliaria que el mundo de la noche. Julián era el hombre con el culo mas grande que había visto en mi vida, tenía físico de mujer gorda, parecía una peonza y encima se estaba quedando calvo a los veinticinco. Era un cobarde embustero que pretendía dárselas de tipo encantador.

La vez que estuvimos allí fue porque había despedido a un amigo de César y no quería pagarle lo que le debía. César le había pedido por favor que pagara a su amigo y Julián le daba largas. Entonces César me pidió que fuera con él, en calidad de tío duro y que le diera unas cuantas collejas, la verdad es que yo estaba acojonado. Afortunadamente Julián lo estaba más que yo. Después de un buen par de cachetes, le pagó hasta el finiquito al amigo de César, que no tenía ni contrato.

El tío se iba a cagar nada mas verme, así que si sabía algo de César no dudaría en decírmelo.

Cuando llegué al bar, las puertas estaban cerradas, cosa bastante lógica teniendo en cuenta que cerraban a las seis de la mañana todos los días, y que ahora eran las dos de la tarde. Di un par de golpes en la puerta, por si alguien lo escuchaba. Nada. Debían de estar en la planta de abajo. Era el sitio donde se hacían los negocios. Busqué un timbre o algo parecido por la pared. Nada. Volví a dar un par de golpes en la puerta. Entonces, salió una señora mayor por el portal de al lado. Me acerqué.

- Disculpe señora, ¿sabe como puedo llamar al bar?

- ¿Es usted policía?- preguntó ella con una sonrisa.

- No, soy un amigo de Julián.

- ASÍ QUE VIENES A COMPRAR DROGAS, DESVIADO. SEGURO QUE TAMBIÉN ES UNO DE ESOS MARICONES.- dijo ella encolerizada.
- ¿Perdone?- no podía entender nada de lo que estaba pasando, ¿Qué era aquello? ¿Una broma? Era la segunda vieja que me decía lo mismo, sin venir a cuento, en la misma mañana.

Me dejó tan descolocado que no supe qué responder. Alguien se acercó a la puerta del local, tenía pinta de pijo facha versión madrileño, porque hay varias versiones regionales. Vi que metía la mano entre un seto. Sonó un timbre y unos segundos después se abrió la puerta. No pude ver quién la abría. El pijo entró y la puerta se cerró inmediatamente. Se oía algo de música, no pude distinguir lo que era. Entonces me acerqué a la puerta del garito, miré entre los setos y detrás de un par de vasos, unas cien colillas y unas cuantas jeringuillas, pude ver que había un timbre. Bien, pues llamé. La puerta se abrió como en las películas de miedo. ¡¡¡ PLOF!!! No había nadie al otro lado, o al menos que yo pudiera ver. Respiré hondo y entré. Todo estaba oscuro y sonaba algo de mala música comercial típica de esos bares. Delante de mí había una escalera que bajaba, al fondo había algo de luz. Emprendí la bajada. A los pocos segundos, la puerta se cerró detrás de mí con la misma fuerza con la que se había abierto. Mire hacía atrás y vi una sombra enorme. Me puso su descomunal zarpa sobre el hombro.

- Muévete- dijo la sombra con un acento extraño.

Entonces, bajé ralentizando el ritmo, me sentía ofendido. Ahora suena estúpido pero en vez de estar cagado, estaba ofendido. Creo que me había vuelto a meter en el papel de tipo duro.

Cuando llegamos abajo encontré a Julián sentado en una mesa haciendo cuentas con el pijo. Levantó la cabeza, me miró y sonrió, no parecía acojonado. Luego miró al tipo que iba detrás de mí, aproveché y lo miré también. Era una especie de monstruo de dos diez de alto y más o menos igual de ancho, debía ser de Europa del Este, tenía la nariz y varios dientes rotos. Dejé de estar ofendido en seguida.

- Andrei, ven aquí un momento- dijo Julián volviéndome a mirar.

La mole se puso en marcha, al pasar a mi lado me empujó un poco para apartarme lanzándome a dos metros contra una mesa. A cada paso suyo parecía que iba a hacer un agujero en el suelo.

- Andrei, explícale a nuestro amigo por qué hay que traer el dinero a tiempo.-

- Pero si todavía no te debo nada.- dijo el pijo levantándose de la silla y señalando a Julián de manera amenazante.

- Es una especie de señal, para que no te retrases en los pagos.

A estas alturas ya había conseguido aclarar mis ideas, ¿Qué coño hacia ya allí? ¿De verdad creía que me iba librar de André? Decidí largarme sin hacer mucho ruido. Me levante y me dirigí hacía la escalera.

-¿Dónde crees que vas tío duro?- me dijo Julián -¿Ya no eres tan valiente?

-¿Yo? Iba al baño.- dije siendo de lo más convincente.

-¿Qué es lo que quieres?

-Yo… verás… quería… estaba… buscando a César.

El hijo de puta no podía parar de reírse. Se reía con ganas. Entonces le dijo al pijo.

-Hoy estás de suerte. Voy a usar a este amigo mío como ejemplo.

Putos pijos siempre tienen suerte.